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24 ene 2014

Reseña: Santa María de las Flores Negras, de Hernán Rivera Letelier

Título: Santa María de las Flores Negras
Autor: Hernán Rivera Letelier
Año de publicación: 2002

Sinopsis: El 10 de diciembre de 1907, se desató la huelga en San Lorenzo; como el viento del desierto, ésta se expandio rapidamente por las oficinas salitreras cobrando adeptos que pararon las faenas y el 15 de diciembre emprendieron el largo viaje hasta Iquique. El Jote Olegario, Domingo Domínguez, José Pintor, Idilio Montaño, Gregoria Becerra y sus dos hijos, motivados por en su mayoría por el hambre de justicia proletaria y mejoras laborales; son parte de la histórica muchedumbre que llegó a Iquique sin imaginar el destino que les esperaba.


Han pasado 106 años desde el trágico 21 de diciembre de 1907; desde entonces muchos homenajes se leventaron hacia los pampinos, entre ellos la «Cantata Popular Santa María de Iquique» y el libro «Santa María de las Flores Negras». ¿Por qué menciono ambos? Dos cosas: Rivera Letelier cita la Cantata al comienzo de su obra y porque personalmente no encuentro cosa más mágica, y triste, que leer el libro escuchando la composición de Luis Advis.
Seremos los hablantes,
diremos la verdad,
verdad que es muerte amarga
de obreros del salar.
Recuerden nuestra historia
de duelo sin perdón,
por más que el tiempo pase
no hay nunca que olvidar. 

«Cantata Popular Santa María de Iquique»

La historia es tan conocida que la primera pregunta es ¿qué de nuevo trae el libro? Pues nos muestra esa parte de la historia que se perdió, esas interrogantes que nadie es capaz de responder en clase de historia porque simplemente nadie sabe; murieron 3600, pero ¿quiénes eran esos 3600? ¿cuántos hombres, mujeres y niños? ¿Cómo se llamaban? ¿Con qué soñaban? ¿A quiénes amaban? Todo lo sucedido en el viaje a Iquique, en la Escuela Santa María, en el regreso a la pampa... ya nunca sabremos esos detalles, pero la obra de Rivera Letelier nos ayuda un poquito a imaginarnos cómo fue.

El recorrido de los huelguistas por la pampa es fructuoso. En verdad los operarios no se hacen mucho de rogar y en medio de un alegre chivateo van parando faenas y uniéndose al grupo. A mitad de la marcha, entre el obreraje acumulado, Olegario Santana se encuentra con dos de los pocos amigos que tiene en San Lorenz. El barretero Domingo Domínguez, que es casi el único que lo visita en su casa de vez en cuando, y José Pintor, un carretero conocido entre los sanlorencinos como un ácrata crónico, «de esos que leen el diario en la mesa», como dicen los viejos en la pampa.

Olegario Santana es un obrero de la oficina San Lorenzo, hombre de pocos amigos que se ve envuelto sin querer en la huelga. Arrastrado por sus amigos y la decidida Gregoria Becerra; se enfunda en su paletó negro, agarra su cantimplora y emprende la marcha sin muchas ganas y con mal presentimiento que no oculta.

En la marcha se traban amores y amistades entre pampinos que antes no se habían visto ni en pelea e' perros, compadrito; se entrelazan los destino de Liría María  e Idilio Montaña, éste mismo tiene un par de vivencias que lo hacen hombre y una memorable anécdota que casi le cuesta su amada. Pero la parte gruesa y los grandes acontecimientos ocurren en Iquique.

Durante seis días, la vida de los pampinos se divide entre mitines, asambleas improvisadas y la estadía en la Escuela Santa María de Iquique. La actitud hosca y precavida de Olegario contrastando con la feliz esperanza de sus amigos; los pensamientos que le provoca Gregoria Becerra y los soldados que cada vez llenan más la ciudad.

El final es obvio, pero me encariñé tanto con ciertos personajes que sufrí más de esperado. Es lo que provoca el libro; porque ya sabes que va a pasar, pero he aquí la magia de la literatura histórica, te hace cercano a esos personajes que en las clases de historia no pasan de ser un nombre entre tantos, llegas a comprenderlos y compadecerlos en ciertos casos.

La escritura de Rivera Letelier ya es conocida; muy chilena, con muchos modismos, pero menos garabatos que en otras obras. También se mezclan los acentos argentino, peruano, boliviano y chileno, de la misma manera que se mezclaban los obreros en las diversas salitreras del norte, todos llegados a esos salares con la esperanza de una vida mejor.

Sobre el autor


Hernán Rivera Letelier nació en Talca, en 1950, fue obrero del salitre y ha vivido literalmente de todo.

Comenzó a escribir por hambre. Vivía bajo un puente con un amigo y sus únicas pertenencias eran una radio conseguida por medios poco honestos y un cuaderno, en esa misma radio oyó de un concurso literario cuyo primer premio era una cena para dos personas en el hotel más lujoso de la ciudad. Con las tripas aullando por comida, empezó a escribir en su cuaderno, pero, luego de enviar el poema, olvido el título. Oía la radio, cuando dijeron el título ganador y reconoció su obra, entonces fue al hotel a recibir su premio, le vieron tan menesteroso, que no le dejaron entrar, aunque más tarde cobró la cena junto a su amigo. Ganó el premio cuatro veces seguidas antes de que le dieran trabajo como jurado del concurso.

En su primera novela, La Reina Isabel cantaba rancheras, se demoró cinco años, desde entonces no ha parado y sus obras han sido traducidas a más de cinco idiomas. En 2001 fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Ministerio de Cultura francés.

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