26 mar 2014

Reseña: «El conde de Monte-Cristo», de Alexandre Dumas (padre)

Título: El conde de Monte-Cristo (en el idioma original, Le comte de Monte-Cristo).
Autor: Alexandre Dumas (padre).
Año de publicación: 1845.

En un viaje por el Mediterráneo, Dumas pasó por una islilla en la que no pudo desembarcar porque "estaba en rebeldía". Era la isla de Monte-Cristo. El nombre le llamó la atención y, posteriormente, escribió una obra en la que dio cuerpo a un hijo de su imaginación y a una de las novelas más apasionantes que se han escrito: El conde de Monte-Cristo. Es una tragedia que limpia el alma, que redime, que apasiona, que mueve, que conmueve. Cada uno de nosotros es un conde de Monte-Cristo en busca de una salvación.
Dentro de lo que se considera "literatura clásica" suelen englobarse obras de una complejidad considerable y, al mismo tiempo, estimulante para la imaginación del lector, que se engancha en cada palabra, en cada frase, en cada descripción de sitios y personajes hasta, poco a poco, convertirse en parte del mismo. Y si hay una novela que, a través de las generaciones, ha ganado sinceros admiradores, es la que nos compete.
Edmundo Dantés es un joven optimista, trabajador, que atraca en un puerto francés después de una larga travesía en la cual, por sus méritos, los demás comenzaron a opinar que pronto lo harían capitán de un barco. Dantés ha ahorrado para mantener a su viejo padre y casarse en poco tiempo con su novia Mercedes, pero debido a las intrigas a su alrededor (un enamorado de Mercedes que no es correspondido, un ambicioso que desea su futuro ascenso, un pobre diablo que lo envidia sin razón de peso y un magistrado que quiere evitar la vergüenza familiar) se unen, algunos sin intención y otros deliberadamente, para hacer caer en desgracia a nuestro protagonista, encarcelado en la infame isla de If sin posibilidad de salir algún día. Y Dantés, que al principio no tenía idea de qué había ocurrido, con el tiempo conoce allí a un anciano sabio que le ayuda a despejar sus dudas, a ver a través de lo que sucedió, con lo cual queda claro que su sentencia en prisión no es producto de algún error y, por consiguiente, justifica su deseo de venganza, mas ¿cómo escapar de una prisión que se sabe impenetrable y, luego de ello, llegar hasta aquellos que lo perjudicaron para pagarles con la misma moneda?
A través de muchísimas páginas, se nos va narrando lo que Dantés debe sufrir primero, encerrado sin comprender qué le ha ocurrido, cómo perdió en un momento un trabajo honrado, un padre al que idolatraba y una novia afectuosa con la cual iba a desposarse. Pero el conocer a otro prisionero (un abate bastante peculiar) primero le da esperanzas, luego algo de serenidad y después, tras mucho pensar y reflexionar, la certeza sobre quiénes han tejido su desgracia, así como el plan maestro (y unas cuantas inspiraciones) que lo ayudan a burlar a If y sus muros.
El tratar de explicar todo lo que viven los personajes de una novela como esta, además de lo que el propio Edmundo debe decir y hacer para lograr lo que se propone, sería un desastre en una reseña que pretende informar y entretener de manera directa y breve. Así pues, les recomiendo encarecidamente que se animen a tomar alguna de las múltiples ediciones que existen para sumergirse en las penas de Edmundo, en la desgracia de Mercedes, en la obsesión amorosa de Fernando, en la ambición desmedida de Danglars, en la envidia corrosiva de Caderousse y en el orgullo supuestamente impoluto de Villefort; por otra parte, también conocerán la honradez de los Morrel, los dulces sueños de Valentine, la astucia del paralítico Noirtier y la tierna dedicación de Haydeé. Hay personajes de dónde escoger un favorito y un odiado, así como varias pequeñas historias protagonizadas por ellos que, al principio extrañas, terminan por unirse al objetivo de Dantés: primero venganza, luego redención.
—Yo ignoro si os interesa o no este negocio dijo Fernando tomándolo por un brazo pero lo que sí sé, es que tenéis algún encono particular con Dantés; el que abriga odio contra determinada persona no se engaña en cuanto a los sentimientos de los demás. 
—¡Yo! ¿Motivos de odio contra Dantés? Ninguno, lo juro sobre mi palabra. Os he visto desdichado y vuestra desdicha me ha interesado: ni más ni menos. Pero ya que creéis que trabajo en mi provecho, quedad con Dios, amigo mío, salid del apuro como Dios os inspire. 
Y Danglars hizo un movimiento aparentando querer irse.
—No os vayáis ­dijo Fernando ­quedaos. Poco me interesa al fin y al cabo que os intereséis o no en la perdición de Dantés; lo mismo me da. Por mi parte le aborrezco. Buscad un medio, yo lo ejecutaré como no sea un crimen, porque me ha dicho Mercedes que se mataría si mataba a Dantés.

Sobre el autor.

Alexandre Dumas (Villers-Cotterês, 1802) fue un conocido dramaturgo y novelista francés. En ocasiones se le confunde con su primogénito, también llamado Alexandre e igualmente escritor, por lo cual la mayoría de los artículos que lo citan suelen agregar "padre" para referirse a él (en francés, père). Autor verdaderamente prolífico, hay en su haber varias obras teatrales de éxito en su época (Enrique III y su corte, Antony) y algunas de las novelas francesas más conocidas del mundo: Los Tres Mosqueteros, Veinte años después, El vizconde de Bragelonne (llamadas estas tres "las novelas de D'Artagnan") y por supuesto, El conde de Monte-Cristo, que dicho sea de paso, han sido objeto de numerosas adaptaciones a la televisión y al cine, entre otros formatos. Murió en Puys, en 1870.

1 comentario:

  1. Hola!
    Si bien sabía de la existencia del libro, nunca me llamó mucho la antención, aunque mi mamá siempre me insiste para que lo lea jajaja
    Un beso ^^

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