Hace poco más de una semana, @NeaPoulain publicó una entrada en su blog llamada Los «críticos» que han perdido la capacidad de disfrutar, en donde habla de aquéllos que leen algún fanfic con la clara intención de criticarlo desde que lee la primera palabra (recomiendo pasarse por la entrada para entender bien de lo que hablo, si no estás familiarizado con este tipo de personas). Pues bien, ayer Nea, otra vez, me pasó un enlace a una página con una nota de opinión (vieja ya) en donde el autor (un señor inteligentísimo que firma como Juan Carlos) explica de manera detallada por qué no le gusta Harry Potter y demás pseudoliteratura.
No le llamo amargado porque critique Harry Potter y a mí, resulta, me guste Harry Potter; tampoco porque critique a los otros (Paulo Coelho e Isabel Allende –que ni me van, ni me vienen–). Lo llamo adulto amargado por la forma tan pedante, arrogante, egocéntrica y demás epítetos que sirvan en la ocasión con la que trata el tema; con tanto desdén hacia una serie de libros que lo único malo, de manera inherente, que ha hecho es existir. Es más, con tanta repulsión hacia el tipo de literatura (o pseudoliteratura) que no le gusta que pareciese estuviese en un proceso de negación. ¿Y por qué digo adultos y no otro sustantivo (como hombres, personas...)? Por esto: «Mis problemas con Harry Potter empiezan cuando lo veo en manos de adultos hechos y derechos. (...) Cuando veo a alguien mayor de 18 años con un libro de Rowling, me provoca abofetearlo con la Crítica de la Razón Pura.»
No pretendo hacer un análisis de lo que dijo este señor; sino más bien generalizar un poco el tema y hablar de este tipo de personas. Personas, adultas, que ven desdén a cualquier clase de literatura que no sea aquélla que ellos consideren «seria». Sinceramente, no comprendo este tipo de mentalidad que reniega del leer por el simple placer de hacerlo: los libros no enseñarán nada de manera directa; pero suelen hacerlo de manera indirecta; sea éste el peor libro del mundo o no. The Notebook me ha enseñado cuán molesto es que repitan la misma información una y otra vez en una historia; para muchos Crepúsculo es el estándar de todo lo que no debería hacerse. Gabriel García Márquez es considerado uno de los mayores exponentes de la literatura hispanoamericana y díganme: ¿qué conocimiento pragmático consciente podemos obtener de leer Cien años de soledad?
Renegar del leer por placer y por gusto es renegar de una cualidad inherente de la literatura, ¿no les parece? Mejorar el mundo se basa en algo tan simple como respetar lo que el otro considera bueno y malo. El tipo de pensamientos de ese señor me recuerda a una escena en una serie llamada Will & Grace donde Will, a modo de broma, dice «Tendríamos un hijo (...) y le enseñaríamos a respetar las otras opiniones... siempre y cuando estén de acuerdo con las nuestras». Esto me hace pensar, cada día de manera más seria, que muchas personas leen para parecer cultas y, en ese vano intento, leen sólo a quienes catalogan como literatura y emprenden una cruzada a muerte contra aquella pseudoliteratura que no les llame. Como le leí a Sofía Olguín (Nimphie Knox) una vez: (a ese tipo de personas) «que se vayan a leer el Mío Cid en español antiguo» y que les aproveche.
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