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15 sept 2013

¿Planificas o no planificas tu historia?

Para la gran mayoría (por no decir todos), el término planificar, dentro del contexto de creación literaria, no será algo nuevo y mucho menos extraño. Hace un tiempo en mi blog escribí una entrada en donde hablo un poco de esto (y del proceso creativo a manera general), y planificar se refiere, básicamente, al hecho de tomar alguna idea que se te haya ocurrido y descubrir (o tratar de descubrir) todos sus recovecos antes de empezar a escribir porque se tiene la creencia de que esto hace que el proceso, en sí, sea mucho más fácil y fluido. Pero déjenme decirles que eso último no es cierto (así como tampoco es falso). Digamos que presenta esta especie de dualidad en donde entran las creencias de las personas; algunos creerán que es indispensable planificar antes de escribir, mientras otros serán partidarios de no hacerlo, sólo dejar que la historia fluya; y cada quien tendrá un poquito de razón.

Las dos vertientes

Me he tomado la libertad de analizar dos vertientes con respecto a la planificación: la primera, que es aquella obsesiva en donde se deben hacer fichas de personas, aclarecer el esquema, decirse con lujos de detalles qué va a pasar (¡hasta establecer los títulos de los capítulos desde el principio!); y está la otra vertiente que consiste en sólo recabar la información más importante: una frase, un párrafo, que describa la situación principal (o el tema) y que se escribe por temor a olvidarlo.

Pero ahora, ¿cuál es la más recomendable? Yo estoy seguro que la gran mayoría de las páginas de consejos de escritura recomiendan planificar (en un sentido muy parecido a mi primera vertiente), y es por cosas como esas, precisamente, que digo que los consejos de escritura deben tomarse con pinzas y sólo sacar lo que tenga sentido común. Parten de la premisa que eso le hace el trabajo mucho más fácil al escritor, y más si es nuevo en esto; y quizá sí lo haga, pero eso no quita que vuelve a la escritura más mecánica y, en cierto sentido, hasta artificial. No soy el único que lo piensa (y en gran medida leer el siguiente libro que voy a citar me ha hecho darme cuenta de cosas como estas): en On Writing («Mientras escribo» en español), Stephen King habla sobre este tema:

La trama [hacer un esquema argumental, planificar todo] es maquinaria pesada, el martillo neumático del escritor. No te discuto que sirva para desenterrar un fósil de tas rocas, porque es evidente, pero tampoco me discutas tú que rompe casi tanto como extrae. Es torpe, mecánico, anticreativo. Para mi, el esquema argumental es el último recurso del escritor, y la opción preferente del bobo. La historia que nazca tiene muchas posibilidades de quedar artificial y forzada.
Me fío mucho más de la intuición, gracias a que mis libros tienden a basarse en situaciones más que en historias. Entre las ideas que los han concebido las hay más complejas y más simples, pero la mayoría comienza con la escueta sencillez del escaparate de unos grandes almacenes, o de un cuadro de museo de cera. Deseo poner a un grupo de personajes (o a dos, o puede que hasta a uno) en alguna clase de aprieto, y ver cómo intentan salir. Mi trabajo no consiste en ayudarlos a salir, ni a manipularlos para que queden a salvo (serían los trabajos que requieren el uso ruidoso del martillo neumático, o sea, la trama), sino observar que sucede y transcribirlo.

La idea que propone King es basar la escritura en la espontaneidad: establecer unos personajes, una situación y que el escritor simplemente sea el medio por el que los personajes salen de dicha situación. Este autor estadounidense confiesa en el libro que no tiene ni una libretita, ni una hoja, de apuntes en donde haya anotado algo acerca de sus historias (aunque, confiesa también, que sí tiene sus historias que han sufrido del esquema argumental pero que, considera, no brillan por su calidad) y esto presenta una gran falla: podemos olvidarnos de cosas. En contraposición, tenemos historias como Harry Potter, en donde Rowling ha confesado que siempre tuvo escrito el final del libro (y esto es una planificación algo más controladora que la de King pero que aún no llega al otro extremo de controlar todo) y tiene notas, hojas y papeles llenos de historias del mundo mágico. Pero con este último ejemplo debemos tener en cuenta que al ser una saga presenta una dificultad de coherencia y cohesión mayor, no se le puede dejar todo a la memoria (otro ejemplo parecido es Laura Gallegos con su trilogía Memorias de Idhún; el último tomo es un tocho de mil páginas y la autora debía llevar un calendario para asegurarse de saber dónde estaban sus personajes todo el tiempo y no perderse). Y es que King acepta que él puede tener una idea del final, pero que nunca intenta imponérselo a sus personajes.

De mi experiencia

Divido mi experencia en dos partes: la primera, comenzando, en donde mis inclinaciones iban más hacia la vertiente más controladora (aunque nunca llegué a planificar los títulos de los capítulos desde un principio, por ejemplo) y un rompimiento luego de mi tercer intento de terminar una hsitoria (tres intentos diferentes de tres historias diferentes). Poco a poco, y sin darme cuenta, me fue acercando más hacia las ideas de King (sin tener conocimiento en ese entonces de dichas ideas) y no podemos negarlo: de todas las historias que me empeñé en planificar bastante, sólo dos salieron (y son casi relatos, novelas cortas más bien), mientras que en donde me tomé más libertad, llevo cuatro de cuatro. No llego al extremo de King de no anotar nada, pero no planifico tanto ni me molesto tanto por ello. Anoto alguna escena (y no todas las ideas que se me ocurren, algunas se me escapan antes de anotarlas, otras tengo la certeza de que no las olvidaré) y luego sopeso cuál idea voy a comenzar y si puedo unirla con otra y qué personajes tendrá. Pero no he vuelto a planificar cuántos capítulos, qué pasa en cada capítulo o si la muerte de alguien va a ser un gran secreto o no, dejo que fluya y vaya evolucionando.

Eso sí, anoto todo lo que considero importante y que no quiero, ni remotamente, olvidar. Suficientes frustraciones me he llevado ya porque en medio de un capítulo se me ocurre una genialidad para continuar el cauce de la historia y al siguiente capítulo ya lo he olvidado. Cuando tratas de dar con otra idea, ninguna te parecerá tan buena como la primera, lamentablemente.

¿Y tú? ¿Eres partidario de planificar o dejas que simplemente todo fluya?

2 comentarios:

  1. Siendo sincera, nunca he sido de planificar las historias, en un principio ni sabía que se hacía, me entere cuando comencé a tener contacto con otras personas que escribían por la red, que me comentaban como lo planifican, sobre fichas de personajes, etc... Pero lo cierto es que cuando intenté planificar descubrí una cosa: me aburría como una ostra, me quitaba las ganas de escribir.

    Así que ni lo he vuelto a intentar, aunque alguna que otra vez anoto algún nombre, o alguna idea que me gusta, prefiero la espontaneidad y dejar que evolucione todo de forma natural.

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    Respuestas
    1. ¡El aburrimiento! No sé cómo se me pasó comentarlo. Pues te diré que esa es una de las razones por las que también me desencanto de la planificación (y más si es ultra excesiva), hacer fichas de personas, de capítulos y demás es muy aburrido. Aparte de que técnicamente ya estás haciendo una versión resumida y eso te va a quitar la "diversión" a la hora de escribir. Al menos yo lo veo de esa forma...

      Dan.

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