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12 may 2013

La virtud de los antagonistas

Me apasionan los antagonistas de los libros y los de las películas. Me apasionan incluso más que los héroes, capaces de sacrificarlo todo por un buen propósito, o eso dicen. Los malos tienen el alma negra y son capaces de destruirlo todo, y de destruirse a sí mismos, para llegar a su propósito final. Pueden no mostrar ni una pizca de humanidad, aunque la tengan; repelen la debilidad como una alergia; no se detienen hasta que lo que desean se cumple… o hasta que alguien acaba con ellos.

Los malos son aquellos que están dispuestos a destruir el mundo si hace falta para llevar a cabo lo que ellos desean. Son creados por la casualidad o las circunstancias. Quién sabe si Tom Riddle se hubiera convertido en Lord Voldemort si Mérope no se hubiera dejado morir, quién sabe si Mijail Kolvenick se hubiera destruido y vuelto a armar como lo hizo si Sergei no hubiera quemado la cara de Eva Irinova… ¿Qué hace a un malo? ¿Qué ennegrece el corazón de esa manera y aplasta el alma hasta dejarla hecha pedazos? ¿Qué lleva a Julián Carax a convertirse en el diablo que describe de sus propios libros? ¿Qué arrastra a Uriel a aliarse con Neribos y planear la muerte de la humanidad? ¿Qué es lo que hace a un malo?

Son los personajes más complicados que existen, los más complejos. Aquellos con miles de razones o sin una sola, para ser como son. Aquellos con presiones que vienen de familia, como Bellatrix Lestrange, educada con unos preceptos donde los muggles eran el último eslabón de la cadena alimenticia. Otros como James Moriarty, el único, además de Irene Adler, capaz de igualar en intelecto a Sherlock Holmes, que usa su cerebro para propósitos que están lejos de ser buenos. Algunos más como la reina Marla, corrompidos por la magia negra a la que abrazan para escapar de la educación rígida y a la vigilancia estricta de Ahriel, su ángel guardián.

Pero al final del día, aunque sean malos y aunque acaben muertos y enterrados bajo tierra, los buenos no pueden vivir sin ellos. Un héroe no puede demostrar su valía si no hay un villano de por medio. Las buenas acciones pasarían desapercibidas si no hubiera antagonistas que llevarán la contraria.

Un héroe sin villano… bueno, es sólo alguien común y corriente.

O como dicen por allí: no es nadie.

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