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18 jul 2014

Reseña: «Crónica de una muerte anunciada», de Gabriel García Márquez

Título: Crónica de una muerte anunciada
Autor: Gabriel García Márquez.
Año de publicación: 1981.
Sinopsis: Esta novela se basa en un hecho histórico acontecido en la tierra natal del autor. Sin embargo, en García Márquez la dialéctica entre realidad y mito es tan fecunda que eleva el hecho a categoría de metáfora universal sobre la condición humana.
Cuando empieza el relato, Santiago Nasar ya está muerto, pues sabe que los hermanos Vicario lo van a matar —de hecho ya lo han matado— para vengar el honor ultrajado de su hermana Ángela, pero la novela concluye en el momento en que Santiago Nasar muere… Fascinante análisis de la fatalidad y el tiempo cíclico, en esta obra la realidad se metamorfosea en rito, el amor desemboca en tragedia, y los hombres y mujeres se sitúan en las fronteras de la leyenda.
Dentro de esta historia García Márquez cuenta la inevitabilidad de la muerte de Santiago Nasar, un joven de ascendencia árabe, de veintiún años, a quien asesinan los hermanos Vicario el día luego de la boda entre Ángela Vicario y Bayardo San Román, mientras todos seguían con la parranda del día anterior y luego de la visita del obispo al pueblo. Es un suceso inevitable porque, a pesar de que todos lo saben (o terminan enterándose antes de que suceda), nadie hace nada por evitarlo y, los pocos que lo intentan, les es imposible lograr su cometido. Al final, Nasar es asesinado en la puerta de su casa cuando volvía de la visita del obispo y nosotros, como las personas del pueblo, no sabrán si las razones que se esgrimieron para matarlo fueron ciertas o no.
En «Crónica de una muerte anunciada», García Márquez se desenvuelve entre el periodista y el excelente narrador que fue. Narra los hechos con una cantidad de detalles obsesiva, propia de cualquier crónica periodística (aunque, de cualquier manera, la narración de García Márquez puede estar llena de detalles exhaustivos). De manera que la historia se desarrolla dentro de tres estructuras: aquella donde se narran los hechos del día del suceso; aquella en donde el investigador vuelve luego de varios años a recoger los testimonios para así armar su crónica; y aquella donde se habla del expediente hecho por el juez doce días después del suceso.
Entonces me lo contó. «Pero fue como si ya lo supiera —me dijo [mi hermana]—. Fue lo mismo de siempre, que uno empieza a contarle algo, y antes de que el cuento llegue a la mitad ya ella sabe cómo termina». Aquella mala noticia era un nudo cifrado para mi madre. (...) Sin embargo, no había acabado de escuchar la noticia cuando ya se había puesto los zapatos de tacones y la mantilla de iglesia que sólo usaba entonces para las visitas de pésame. Mi padre, que había oído todo desde la cama, apareció en piyama en el comedor y le preguntó alarmado para dónde iba.
—A prevenir a mi comadre Plácida —contestó ella—. No es justo que todo el mundo sepa que le van a matar el hijo, y que ella sea la única que no lo sabe.
—Tenemos tantos vínculos con ella como con los Vicario —dijo mi padre.
—Hay que estar siempre de parte del muerto —dijo ella.
Esta novela, que fue incluida en la lista de El Mundo de las cien mejores novelas del siglo XX, nos lleva al mundo donde el fatalismo se expresa con tanta normalidad que nos parece totalmente plausible. A García Márquez, aunque un tanto alejado de su realismo mágico, le es imposible separarse del todo de él y podemos ver sus claros fenómenos hiperbólicos, o donde hay un destello fantástico en medio de un cause de sucesos la mar de normales. De cualquier forma, es impresionante cómo el autor logra involucrarte en la historia (a pesar de que ya sabes el desenlace) y que todo al pueblo (que se transforme en un gran personaje comunitario), a pesar de saberlo todo, le es imposible hacer nada por evitar la muerte de Santiago Nasar. A tal punto que te hace pensar en esos sucesos en la vida que, tal como ocurre en esta historia, están plagados de tantas casualidades inevitables que no pudieron ocurrir de otra forma.
Escribió una carta semana durante media vida. «A veces no se me ocurría qué decir —me dijo muerta de risa—, pero me bastaba con saber que él las estaba recibiendo». Al principio fueron esquelas de compromiso, después fueron papelitos de amante furtiva, billetes perfumados de novia fugaz, memoriales de negocios, documentos de amor, y por último fueron las cartas indignas de una esposa abandonada que se inventaba enfermedades para obligarlo a volver. Una noche de buen humor se le derramó el tintero sobre la carta terminada, y en vez de romperla le agregó una posdata: «En prueba de mi amor te envío mis lágrimas». En ocasiones, cansada de llorar, se burlaba de su propia locura. Seis veces cambiaron la empleada del correo, y seis veces consiguió su complicidad. La único que no se le ocurrió fue renunciar. Sin embargo, él parecía insensible a su delirio: era como escribirle a nadie.
Es curioso el suceso mostrado en la historia, así como curioso también es la capacidad inmersiva que posee. Crea, a su vez, la angustia de la imposibilidad de meterse dentro de la historia y decirle a Santiago Nasar que lo van a matar y ofrecerle asilo. Puesto que, al final, también nos corresponde aceptar que su muerte fue tan anunciada que se tornó inevitable.

Sobre el autor

Gabriel José de la Concordia García Márquez (Aracataca, 6 de marzo de 1927), mejor conocido como Gabriel García Márquez, es un escritor, novelista, cuentista, guionista y periodista colombiano. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura.
Es conocido familiarmente y por sus amigos como Gabito (hipocorístico guajiro para Gabriel), o por su apócope Gabo desde que Eduardo Zalamea Borda, subdirector del diario El Espectador, comenzara a llamarle así. Está relacionado de manera inherente con el realismo mágico y su obra más conocida, la novela Cien años de soledad, es considerada una de las más representativas de este género literario e incluso se considera que por su éxito es que tal término se aplica a la literatura desde los años setenta. Es famoso tanto por su genio como escritor así como por su postura política. Su amistad con el líder cubano Fidel Castro ha causado mucha controversia en el mundo literario y político.
El 17 de abril del 2014 murió en México luego de ser internado por una infección pulmonar y en las vías urinarias, informó una periodista amiga de la familia por su Twitter, como se reseñó aquí en La cueva.

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